miércoles, 31 de agosto de 2011

Sin entrenamiento no hay ganadores


      Otra vez empieza todo cuando apago el despertador. En una fría mañana de invierno me encuentro en la calle con muchas otras caras agotadas que no entienden por qué están haciendo agonizar el principio de su día.
Sin darnos cuenta los años pasan y cada vez son menos las caras conocidas al llegar a la oficina. No solo por los que se fueron a padecer otros males sino por la gran cantidad de gente nueva que recorre los ascensores y pasillos. 
No entiendo cuál es la ecuación y como  crea sus variables temporales, peor el resultado es básicamente que hace un par de años los nuevos empleados tardaban unos 6 meses en comenzar a generar sus frustraciones; Hoy en cambio la expectativa no es tan alentadora. En el último mes, 3 de las personas que renunciaron tenían menos de 2 meses en la compañía.
Por su puesto no ayuda en nada el pequeñísimo espacio común donde está ubicada la máquina de café. Éste  no soporta más de 6 personas pero a las 8 de la mañana no le queda otra que estirarse, aunque sólo sea una ilusión óptica, para poder acomodar a las decenas de empleados que no se resignan a empezar su día.
Pero cuando ya no tengo excusas, enciendo la computadora. Por su puesto mi agenda titila: SESION DE ENTRENAMIENTO. No importa si el contenido es sobre las perspectivas económicas de la industria o si vamos a revisar el calendario de cumpleaños, solamente anticipo que la mañana va a ser inútil y que voy a hacer cientos de notas mentales: Tal no sabe ni lo que dice. Este armó un .ptp en inglés peor no sabe pronunciar ni el nombre de la empresa. El otro se hace el disimulado como si nadie viera que está haciendo bolitas de mocos. La rubia no para de hacerse la interesada pero ya todos saben que está chateando en la blackberry. ¡A quién le puede interesar esta bosta! ¿Y ese? ¡No lo creo, tiene  una pregunta! ¿Me está jodiendo? YA NOS DIMOS CUENTA: QUERES FIGURAR!!
Ni economía ni cumpleaños, hoy "aprendimos" a atender el teléfono. Aplicando las técnicas del Whatever Institute vamos a comunicarnos mucho mejor con personas de cualquier grupo étnico y social, siempre y cuando sea un norteamericano con plata, obvio!
Tres horas y unos mil-millón de cafés más tarde volví a mi escritorio a reflexionar sobre los argumentos que me convencían de seguir participando de ésta y tantas otras pavadas. Juro que intenté concentrarme pero uno de los supervisores del área estaba al teléfono, a los gritos, en pésimo inglés: GUAT? Si, IES. Todo lo demás no pude entenderlo. No supe si cambió de idioma o si el volumen altísimo de su voz me dejó sin oído, pero todo quedó claro al fin.
No importa cuántos cursos tenga que tomar ni cuánto entrenamiento tenga que soportar, la verdad es que nadie sabe por qué está ahí pero, seguramente, no es por lo interesante del trabajo ni por la conveniencia de los beneficios. Lo que nos ata es simplemente el morbo de lo absurdo. El poder ir todas las mañanas a una aventura distinta: ver a un gerente comiéndose las migas de una bolsa de galletitas que sacó de la basura, ver a tu compañero de pasillo meterse el dedo en la nariz hasta que le sangra, al otro con el alicate dándole a la uña del pie, encontrar en una reunión a la infeliz que propone que resolvamos nuestros problemas armando muñecos de plastilina (seguramente ella daría el curso de entrenamiento). En fin, al gran rejunte humano que día a día me da todo. No hay entrenamiento como el que te da la vida misma, la experiencia diaria. Y lo que yo vivo es la caricaturización de los peores personajes imaginable... mis monogallinezcos!



3 comentarios:

  1. de bloguera a bloguera, celebro feliz tu regreso

    ResponderEliminar
  2. Welcome back my friend... Tu platea lectora te extrañana y necesitaba... nos creaste una addición, como te dije el otro día.
    Un placer leer tus post!! Q sigan!!
    Besoooo
    V

    ResponderEliminar