viernes, 10 de septiembre de 2010

Jueves, Vuela, vuela, vuela que eres libre

          Los que se van, Aquellos que se molestan en diseñar curriculums, ir a entrevistas y pasar por las molestas preguntas de los test psicotécnicos. Los que nos dejan.

Los empleados que renuncian al estilo de trabajo globalizado por lo general tienen un solo objetivo: trabajar. Cansados ya de reuniones sin sentido, de metodologías, políticas y roles para todas las tareas, incluida la de cómo llamar al ascensor, buscan trabajo con el solo objetivo de trabajar.
Pero ahora toca el más duro de los aprendizajes: retomar la vida como era antes. Ir al trabajo con no más de lo que uno necesita para sí mismo, entrar sin ser perseguido por cámaras de seguridad, y si el cambio es realmente favorable, llegar a un ambiente laboral distendido, donde la gente es productiva, incluido el jefe.
¿Cuántas horas reales de trabajo puedo contar el último mes? Entre las reuniones de tópicos de seguridad, las reuniones de controles, las reuniones de la auditoría que va a venir el año que viene y por eso hacemos un simulacro, las reuniones para festejar los cumpleaños, las que festejan a alguna persona que vino a visitarnos desde un país donde todos tienen el doble de reuniones y el doble de visitas. Las horas de trabajo se cuentan estando, no haciendo. Yo estoy, tú estás, él está. Y así, obviamente, nosotros estamos, y miramos azorados nuestro almanaque de la semana, calculando el tiempo "libre" que nos queda para hacer el trabajo pendiente. Si este trabajo fuese aunque sea importante, no digo imprescindible, imagino que nos alentarían a hacerlo. En cambio, solo nos alientan a imaginar que este mundo ficticio es nuestro, que lo creamos, que pertenecemos. Hasta que alguno dice renuncio.
Con la renuncia llegan 2 cosas fundamentales: el anuncio y la despedida.
El anuncio: el supervisor del grupo al que el ahora ex empleado pertenece indefectiblemente anuncia la desvinculación con frases como "le salió una excelente oportunidad para cumplir tareas totalmente distintas" o con la experiencia lograda en esta empresa, puede ahora emprender un camino individual ya que siempre fue este lugar un escalón temporal". Pero cuando se termina el discurso oficial lo que realmente se escucha, y trágicamente así lo creen, es: "Vive lejos, se cambia porque se cansó del transporte público", "es muy joven, piensa que es mejor cabeza de ratón que cola de león" o "ya va a volver con el rabo entre las patas". Y esto sin entrar en el detalle de los supervisores despechados que piensan que le dieron la vida al empleado que se va y reclama por el pichón que deja el nido "sin darse cuenta que está verde y que va a terminar roto contra el piso". Claro, después hay otros que simplemente no hablan, esos son los que se lo tomaron a mal.
La despedida: Regla número uno, mantener el secreto. Que nadie se entere, que nadie lo divulgue. Una persona no está feliz y quiere irse, es trágico. ¿Alguien le ofrece quedarse? Por su puesto que no. ¿Alguien le hace saber sus virtudes para que reconsidere? No, eso no sería serio. En cambio, llegan las 6 de la tarde de su último día y sin penas ni gloria el ex-empleado se va. Al otro día el espacio está vacío. Si la persona logró hacerse de un grupo de compañeros-amigos con suerte algunos van a almorzar juntos el último día. Si no, adiós. En la foto grupal habrá una cara más cubierta con liquid paper. Ya son muchas. ¡Que vieja es la foto! Tiene más de 4 años. Y mi cara sigue ahí.

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