martes, 28 de agosto de 2012

Feria Americana

          La retrospectiva empieza en el primer cajón del escritorio. El más cómodo, el más cercano, el más cargado de cosas inservibles.
El último cajón en cambio es la gloria. Todo lo que pensé que había tirado vuelve a aparecer como por arte de magia.

Mi metodología para las mudanzas es: sacar, elegir, descartar, ordenar, embalar.
Mi metodología para el abandono de oficina en cambio es: sacar, avisar, esperar.
Ni bien se empieza a correr el rumor de que alguien está desocupando un escritorio mi popularidad crece. La gente se divide principalmente en:
- El distraído: viene desde lejos pero pasa por al lado como si su visita fuera natural y te pregunta "¿te molesta si me llevo esto?" mientras ya agarra de a 4 los artículos de librería.
- El obsecuente: viene en busca de material corporativo. Cualquier cosa que se identifique con la empresa, que cree la ilusión de que trabaja en la empresa desde hace muchísimos años. En mi caso es perfecto para deshacerme de todos los almanaques, libros, pins, gorritas, remeras, más almanaques, manuales de cursos que nunca hiso, más pins. Es patético, verdad, pero ganamos los dos
- El descarado: viene en dos versiones, la forajida y la amigable. La primera es cuando esperan a que me levante a buscar café para saquear en silencio todo lo que le entre en los bolsillos. La segunda es quien viene con una bolsa y empieza a llenarla mientras te dice todo lo que te va a extrañar. Las dos son imperdibles.
Al final del día solo me quedan 3 clips, cajones con suciedad y recuerdos personales. Todas las tarjetas de cumpleaños que guardé cada agosto en el cajón, un adorno feo ganado en alguna rifa y un cuaderno totalmente usado que alguna vez sirvió de consultas para un procedimiento que ya no existe en un sector que desapareció hace tiempo.

La melancolía de los últimos días. Dicen que existe. Puedo desmentirlo.

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