domingo, 11 de septiembre de 2011

Oh, say can you see...


      Estimados pasajeros, en aproximadamente 30 minutos estaremos aterrizando en el aeropuerto de la ciudad de Atlanta. La hora local es 8:22 de la mañana y la temperatura actualmente es de 38 grados centígrados. El cielo está despejado y se espera un aterrizaje tranquilo. Pasaremos a retirar los auriculares en este momento.
La gallina llega a la madre patria. A la raíz de su expresión. Al origen y escuela del “compartimento estanco”. Pero ahí estaba, haciendo la fila de Migraciones para darse el gusto de recibir un trato indigno antes de poder pisar el suelo tan preciado.
El viaje corporativo puede tener muchos motivos, en este caso es participar de una reunión de 3 días que tranquilamente se podría haber hecho por teléfono. Contrariamente a muchísimos comentarios, viajar por trabajo no está bueno. No sólo la vida de uno está regida por la agenda grupal sino que además hay que ver en vivo y en directo el porqué de todos los males.
“Vestimenta informal”, me dijeron. Jamás pensé encontrar a una señora de jogging y chomba con manchas que llevaban ya meses atrapadas en esa tela. Zapatillas que no eran ni de deporte ni de vestir, simplemente eran viejas. Señora: ¡Eso que usted tiene ni se considera vestimenta!”.
En el momento del recreo quise aprovechar a mandar unos mensajes así que pedí una computadora prestada. Amablemente, me indicaron que usara la del cubículo 165HG. A esa altura todavía no me daba cuenta que la falta de limpieza era una constante y mientras tecleaba mi meñique derecho se llenó de chocolate cuando presionó el ENTER. Con algo de ironía le dije a la persona que tan amablemente me estaba facilitando este espacio “Si no te molesta limpio esto un poquito”, mientras con un papel raspaba tan fuerte esta tecla que en mi monitor se vieron unos 2mil millones de renglones en blanco. “Es chocolate – dice – está ahí hace días”.  Por si la situación no se entiende bien: llevaba ya 5 horas de presentaciones inútiles que ni siquiera tenían algo de atractivo visual, lo único que llamaba la atención era una señora vestida de indigente que no paraba de tomar gaseosa (8AM!) de un vaso gigantesco y en el único recreo que tengo me encuentro limpiándole el teclado al del 165HG que es la suciedad misma y lleva días sin apretar ENTER o esquivando el asquito.
Terminada la reunión todos estábamos invitados a la cena grupal. Invitado es una forma de decir porque la única forma de no ir es con la muerte misma. ¿Y si les digo que tengo una enfermedad tremenda? ¡Colitis! Me desmayo en el lobby del edificio. ¿Qué se hace para desmayarse? ¿Hay opción? NO.
Nuevamente tuve que enfrentar el frenesí de los fanáticos de lo gratis. La comida pagada por otros causa sensación. Hay otros que son el extremo opuesto. Escuché a uno decirle a otro que mejor no pidiera postre porque su plato ya había sido muy caro. INDIGNACION. Ni uno ni otro, son todos unos imbéciles que no saben comportarse, no tienen modales, no pueden ubicarse y encima están acá conmigo. ¿Soy así? ¿Soy parte de los desagradables? ¿Qué fue lo que convenció a mi entrevistador de ofrecerme este trabajo? ¡Otra vez los fantasmas!
Reflexiono en mi viaje de vuelta. Me duermo y sueño que el avión, que es la oficina, está pasando por turbulencia. No hay riesgo alguno, sólo es turbulencia, todos siguen trabajando con sus asientos derechos y sus laptops sobre las mesitas de comida rebatibles. Yo tiro de la mascarilla de aire y respiro con normalidad.

2 comentarios:

  1. whats a girl!!! necesitamos conseguir quien publique esto en un libro YA!!!

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  2. Volvió LIMON! Estaba faltando el toque de acidez...

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